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La letra con sangre entra

Este post invitado es de Javi Agudo, quien recientemente hizo su IDC con Angel.

Resignado a enclaustrarme dos semanas enteras entre cuatro paredes y bajo un océano. Todas las informaciones previas apuntaban a una carga de trabajo comparable a la de mis peores años de universidad. Pero yo, los peores años de universidad los pasé en el bar, así que la perspectiva se me antojaba, como poco, inquietante. Además, ni siquiera me serviría para perder de vista durante una temporada a mi mujer. Ella se venía conmigo.

Así, inquieto y temeroso, entré el primer día a la clase del IDC en español de Utila (Honduras). Allí me encontré con doce españoles mas una chilena y un italiano infiltrados, el curso era en español, ¿recuerdan?, que estaban de jarana desde el minuto cero. El espíritu mediterráneo es inquebrantable, pensé. Ya vendrían los maestros a ponernos los puntos sobre las jotas. Pero resultó que los maestros era mediterráneos también, el gurú, catalán, y los acólitos, uno italiano y el otro colombiano, de la parte mediterránea de Colombia, se entiende.

Matteo, Nico y Ángel, o Ángel, Nico y Matteo, que para eso Ángel era el que manejaba el cotarro, convirtieron dos supuestas semanas de tortura en dos semanas de diversión, intensas, no lo voy a negar, pero tan llevaderas que, casi sin darme cuenta, pasaron volando. Pero no piensen que todo fueron risas y despelote, no, que la cosa iba en serio, se trató de llevar a cabo aquello que predican los mejores pedagogos, la enseñanza, si es distendida, enseña el triple.

Aunque nada tiene que ver el ambiente amable con la poca rigurosidad. Cuando, en las pruebas, te ganabas un mala calificación, por supuesto que te caía una mala calificación, aunque se repartían, las mala calificaciones, con un brillo en los ojos de ya verás como esto te va a servir, ya verás como nunca más la vuelves a cagar así. Y, efectivamente, nunca más la vuelves a cagar así.

Pasamos los exámenes con la facilidad del que lo tiene todo grabado bien dentro, aguantándole la mirada al examinador con aires de a mi no me vas pillar, amigo. Y efectivamente, no nos pilló. Cien por cien de aprobados, cien por cien de nuevos instructores. Sin estrés, sin tortura, sin sangre.

De las fiestas que nos corrimos poco voy a comentar. Ni de la fiesta en medio del IDC, ¿qué hacen estos locos de juerga en pleno IDC?, ni de la fiesta nocturna a treinta metros de profundidad en un barco hundido, ni de la fiesta posterior a los exámenes, donde alguno perdió la decencia y algo más. Si quieren saber de esas fiestas hagan el IDC completo, que cosas tan serias deben quedar siempre en familia.

Hoy soy instructor y, a veces, enseñando a bucear, un alumno comete algunos de los errores que Ángel me dijo que cometerían y que nunca pensé que cometerían. Yo sonrío y pienso, ¡maldito Ángel!, se las sabe todas, y como sonrío me entra agua en la máscara y tengo que vaciarla antes de seguir con la clase y me acuerdo de aquellos días y me pongo tierno ¡Maldito Ángel!

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